Vivir sin filosofar es, propiamente, tener los ojos cerrados, sin tratar de abrirlos jamás. René Descartes (1596-1650) Filósofo y matemático francés.

miércoles, 9 de marzo de 2011

ACERCA DE LA DEFINICIÓN DE LA FILOSOFÍA

La filosofía tiene un significado primitivo de amor a la sabiduría que posteriormente se convirtió en la sabiduría misma.


Una definición es una proposición que trata de exponer de manera unívoca y con precisión la comprensión de un concepto o término, desde este sentido es muy complejo determinar UNA definición de Filosofía y has ta diría que se trata de algo controvertido, ya que des este modo estaríamos condicionando y "limitándola" desde parámetros muy escuetos. Al respecto  les acerco algunas reflexiones para que vamos recorriendo este maravilloso mundo y desde allí ir perfilando NUESTRA definición de la misma


Desde que el hombre existe ha tenido la capacidad de cuestionarse sobre los misterios de la naturaleza, sobre las plantas, los animales, el cielo y la tierra y hasta sobre él mismo.

La curiosidad es inherente a los seres humanos que no se conforman con vivir experiencias sino que también pretenden saber sobre todos los fenómenos que le ocurren y que se producen en la realidad.

En un primer momento los hombres de la antigüedad consideraban sagrada a la naturaleza y se consideraban seres que formaban parte de ella; y esa visión sagrada consideró dioses a los elementos que facilitaban y hacían posible sus vidas sobre la tierra.

Los mitos se convirtieron en la forma de explicar la realidad a partir de las experiencias trágicas o significativas que vivían algunos de ellos que perduraban en la memoria colectiva y que eran utilizados con fines morales; de modo que sirvieran de ejemplos para no cometer los mismos errores y mantener la cohesión del grupo.

Las costumbres se transformaron en tradiciones y las tradiciones en valores que dieron lugar después de muchos siglos a las religiones.

Todas estas formas culturales eran expresiones filosóficas o explicaciones sobre la naturaleza que se iban gestando a lo largo de la historia del hombre.

En el siglo VII a. de C. nace la filosofía occidental que se caracterizó por la racionalidad en el acto del conocer.

Pero en todas las culturas antiguas existió la filosofía; en Oriente con un componente tradicional y místico mayor que en Occidente.

La filosofía occidental trata de encontrar una explicación coherente sobre el fenómeno de la vida, qué es el mundo, cuál es el propósito, quiénes somos nosotros, de dónde venimos y hacia dónde vamos.

Todos podemos escuchar a los niños pequeños a medida que van creciendo, hacernos las mismas preguntas que los hombres primitivos se hacían desde el principio de los tiempos.

Es un fenómeno humano el querer saber qué son las cosas y una necesidad del hombre descubrir quién es él mismo.

El problema de la muerte enfrenta a toda la humanidad al evento más incomprensible, misterioso y desconocido de la vida y para poder seguir viviendo, el ser humano de todos los tiempos, necesita descubrir ese misterio o elaborar una teoría que le resulte aceptable.

Pero ese hombre no solo tiene la capacidad de conocer el mundo que lo rodea sino también tiene la posibilidad de imaginar intuitivamente el origen de las cosas.

Ese enorme poder le ha servido para desarrollar su intelecto, mejorar sus condiciones de vida y construir las bases del conocimiento científico.

Sin embargo, todavía se debate en la duda sobre qué es la vida, si es un fenómeno real que existe más allá de si mismo o si se trata de algo imaginario, producto de su pensamiento.

Porque la realidad lo sorprende y parece tener vida propia e inteligencia como para intervenir a veces en sintonía con sus propios deseos.

Actualmente la filosofía es la ciencia que estudia los objetos desde un punto de vista total y no parcial. Se ocupa de la ontología o el estudio del Ser de los objetos, su esencia y su existencia y de la gnoseología o el estudio de los métodos de conocimiento de esos objetos; de la lógica, de la metafísica, y de los valores éticos y estéticos.
También es importante considerar esta lectura, para entender el problema de la Definición de la Filosofía:

Manuel García Morente – “La filosofía y su vivencia”
En Lecciones preliminares de filosofía. Buenos Aires, Losada, 1952; pp. 1-3. (selección).
 Ustedes vienen a estas aulas y yo a ellas también, para hacer juntos algo. ¿Qué es lo que vamos a hacer juntos? Lo dice el tema: vamos a hacer filosofía.
La filosofía es, por de pronto, algo que el hombre hace, que el hombre ha hecho. Lo primero que debemos intentar, pues, es definir ese «hacer» que llamamos filosofía. Deberemos por lo menos dar un concepto general de la filosofía, y quizá fuese la incumbencia de esta lección primera la de explicar y exponer qué es la filosofía. Pero esto es imposible. Es absolutamente imposible decir de antemano qué es filosofía. No se puede definir la filosofía antes de hacerla; como no se puede definir en general ninguna ciencia, ni ninguna disciplina, antes de entrar directamente en el trabajo de hacerla.
Una ciencia, una disciplina, un «hacer» humano cualquiera, recibe su concepto claro, su noción precisa, cuando ya el hombre ha dominado ese hacer. Sólo sabrán ustedes qué es filosofía cuando sean realmente filósofos. Por consiguiente, no puedo decirles lo que es filosofía. Filosofía es lo que vamos a hacer ahora juntos, durante este curso…
¿Qué quiere esto decir? Esto quiere decir que la filosofía, más que ninguna otra disciplina, necesita ser vivida. Necesitamos tener de ella una «vivencia».(…). Vivencia significa lo que tenemos realmente en nuestro ser psíquico; lo que real y verdaderamente estamos sintiendo, teniendo, en la plenitud de la palabra «tener».
(…)
Entre veinte minutos de paseo a pie por una calle de París y la más larga y minuciosa colección de fotografías, hay un abismo. La una es una mera idea, una representación, un concepto, una elaboración intelectual; mientras que la otra es ponerse uno realmente en presencia del objeto, esto es: vivirlo, vivir con él; tenerlo propia y realmente en la vida; no el concepto que lo substituya; no la fotografía que lo substituya; no el plano, no el esquema que lo subs-tituya, sino él mismo. Pues, lo que nosotros vamos a hacer es vivir la filosofía.
Para vivirla es indispensable entrar en ella como se entra en una selva; entrar en ella a explorarla.
(…)
Cuando pasen años y sean ustedes viajeros del continente filosófico, más avezados y más viejos, sus vivencias filosóficas serán más abundantes, y entonces podrán ustedes tener una idea cada vez más clara, una definición o concepto cada vez más claro, de la filosofía.

martes, 8 de marzo de 2011

Filosofía en el Tocador

LA FILOSOFÍA EN EL TOCADOR

Será que la gente ya no soporta la televisión basura, será que en el mundo suceden tantas cosas malas que se siente la necesidad de algunos momentos de reflexión sosegada. El caso es que se están multiplicando los lugares y las ocasiones en que al gran público se le vuelve a proponer la filosofía.
Sí, la filosofía de bachillerato: a veces en tertulias dominicales en un café, como en París; otras veces, mediante vulgarizaciones de fácil lectura; otras, haciendo acudir a un público increíblemente amplio a salas donde discuten filósofos de profesión.
En todo esto hay bastante de moda y de simplificación mediática, es verdad, pero no hay que subestimar el síntoma. Por lo tanto, se me ocurre una serie de propuestas para los que no son especialistas, incluso para los que no estudiaron filosofía en el bachillerato o los que fueron a escuchar a presuntos filósofos que hablaban en algún sitio y no entendieron nada. A todos ellos les aconsejo la vía más sencilla: leer lo que han escrito los verdaderos filósofos.
No siempre la filosofía debe presentarse como algo fácil. A veces debe ser difícil, pero en ningún lugar se ha dictaminado que para filosofar hay que hablar difícil. En filosofía, la dificultad del lenguaje no es señal ni de calidad ni de perversidad, sino que a menudo depende del problema planteado. Hay obras maestras filosóficas que han cambiado nuestra forma de ser y de pensar que son irremediablemente difíciles, por lo que no invitaré a nadie que no esté especializado a que lea la Metafísica o el Organon, de Aristóteles, la Crítica de la razón pura o ese libro sublime pero abrupto que es la Etica, de Spinoza.
Hay también filósofos que han sabido hablar de forma accesible y suelen ser los mismos que en otras obras hablan de forma inaccesible. Por lo tanto, aconsejo sólo algunos libritos (cada uno de ellos tiene unas cien páginas) en los que se ve cómo se puede filosofar sin usar demasiados términos técnicos.
Empecemos con Platón. Propondría el Critón, donde se aprende cómo y por qué ningún ciudadano debe eludir la observancia de las leyes (se llame Sócrates o Berlusconi) y, pasando a Aristoteles, la Poética.
Olviden que habla de la tragedia clásica. Léanla como si nos describiera cómo se construyen un policial o una película del Oeste. Nuestro hombre ya había entendido todo lo que más de dos mil años después entenderían Alfred Hitchcock y John Ford.
A continuación, lean el De magistro, de San Agustín. Se refiere a cómo se le habla a un hijo sobre los temas de todos los días. Un libro genial por su sencillez y su agudeza.
Aun siendo un admirador de la Edad Media, encuentro difícil aconsejar un texto de la gran época escolástica, porque unas pocas páginas, leídas fuera de su contexto sistemático, pueden quedar desnaturalizadas. Saltemos el foso, el estrictamente filosófico, y orientemos a nuestro lector hacia el epistolario (ay, sí, amoroso) de Abelardo y Eloísa. No esperen demasiado sexo, pero vale la pena.
Para el Renacimiento, intentémoslo con la Oración sobre la dignidad del hombre, de Pico della Mirandola. Y luego (pero sólo en antologías, y las hay) algunas páginas de los Ensayos, de Montaigne. Funcionan también en dosis homeopáticas.
Inmediatamente después, el Discurso del método, de Descartes, ejemplar por su claridad, y a continuación una antología de los pensamientos de Pascal.
Por último, un filósofo que escribía como si estuviera en una charla de sobremesa con sus amigos, culto y juicioso, el John Locke del Ensayo sobre el intelecto humano.
La obra completa es muy larga, pero yo diría que pueden limitarse al tercer libro, dedicado al uso que hacemos de las palabras. Como con Aristóteles, léanlo como si Locke nos hablara de los discursos de hoy y comparen sus observaciones con las primeras páginas de los periódicos y con los debates televisivos de nuestros días.
Para la Ilustración, me limitaría por ahora al Cándido, de Voltaire. Al fin y al cabo, se trata de una novelita, y la mar de agradable.
Ahora les hago una propuesta provocadora: visto que Kant es, por definición, demasiado exigente, salgamos a su encuentro allá donde, para redondear el sueldo, daba clases a los estudiantes sobre argumentos en los que no estaba especializado, y se demostraba gracioso, extravagante, capaz de contar anécdotas y de expresar opiniones incluso paradójicas. Leamos, pues, su Antropología en sentido pragmático. El título puede dar miedo, pero el texto es de alta gacetilla.
El siglo XIX es una mala bestia: son todos librotes difíciles, pero sólo nosotros, los italianos, no consideramos el Zibaldone de pensamientos, de Leopardi, una obra de alta filosofía. Recientemente, en Francia, lo han recuperado con inmenso respeto. También ahí adoptamos un espíritu antológico: una paginita o dos antes de acostarnos.
¿Y luego? Pues luego el espacio para mi columna se ha acabado, y dejo de lado a los contemporáneos. A menos que quieran saborear, saltando de aquí para allá, bien dosificadas, algunas de las observaciones de Wittgenstein en (no se asusten por el título) Investigaciones filosóficas. De vez en cuando dirán que estaba loco. Sí, estaba loco. Pero qué loco.
Por Umberto Eco 
Para LA NACION 
Eco es autor de las novelas El nombre de la rosa y Baudolino , entre otras obras. 
(Traducción de Helena Lozano Miralles)

EN EL DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER

Mujeres en la historia de la filosofía.
Hipatia y los Filósofos de Alejandría,
en una pintura de Masolino
Hipatia (siglos IV-V) fue la primera mujer de la que sabemos que se dicho a la filosofía. Su pensamiento se encuadra en el neoplatonismo, siendo conocida también por sus estudios en matemáticas y medicina.
Mary Wollstonecraft (siglo XVIII) mantuvo una feminismos radical para su época, además de discutir con Rousseau sobre el concepto de educación.
Harriet Taylor (siglo XIX) se dedicó a cuestiones filosóficas sobre la defensa de la igualdad entre mujeres y varones. Así, señaló que, a veces, la caballerosidad es una forma de encubrir la idea de que las mujeres son seres inferiores y débiles. Por ello necesitan ayuda y protección especiales, lo que justificaría su sometimiento a los varones.
En el siglo XX destaca Edith Stein, alemana de ascendencia judía, convertida al cristianismo y asesinada en las cámaras de gas del nazismo. Bajo la influencia de husserl, intentó construir una "metafísica completa" que superara todo dogmatismo. En su obra ser finito y ser eterno pretendió realizar una síntesis entre temporalidad y eternidad, razón y experiencia, finitud e infinitud.
Simone de Beauvoir es otra pensadora del siglo XX, encuadrada en el movimiento existencialista. En su obra El segundo sexodefiende que no tiene sentido plantearse una "esencia" femenina, pues varones y mujeres son lo que hacen, se construyen a sí mismos según los actos que eligen realizar. Más allá de las diferencias de género, es preciso reconocer que el mundo está constituido e impulsado por seres humanos.
Simone Weil es una pensadora francesa de difícil caracterización. Su pensamiento se expresa con frecuencia en anotaciones cortas, a modo de aforismos, y gira en torno a temas religiosos con cierta influencia mística.
Carol Gilligan ha construido una "ética del cuidado" basada en los valores de la compasión y la responsabilidad por los demás. Tales valores son tan indicativos de la madurez moral como la justicia y la autonomía propuesta por l. Kohlberg.
Finalmente, María Zambrano es una pensadora española, discípula de Ortega, que ha desarrollado la noción de "razón poética". La entiende como una especie de intuición intelectual capaz de sondear el espíritu humano con mayor profundidad que la razón discursiva.

 El pensamiento filosófico sobre la mujer.
 Si exceptuamos el pensamiento feminista, desarrollado básicamente en el siglo XX, podemos afirmar que las mujeres no han sido tenidas en cuenta en la filosofía, ni de la forma adecuada no con la intensidad suficiente. Da la impresión de que las mujeres fueron invisibles para muchos de los grandes autores de la filosofía.
Ahora bien, según algunas posiciones más radicales, no está claro qué es mejor: recibir un tratamiento negativo o no recibir ninguno. Pues entre ambas posiciones ha oscilado con frecuencia la consideración de la mujer en la filosofía.
Es verdad que hay excepciones importantes, entre las que cabe destacar a Platón y a John Stuart Mill.
En efecto, tanto en La República como en Las Leyes, Platón defiende que las mujeres fueran educadas de igual modo que los hombres. Pero resulta difícil explicar que esta concepción permaneciera olvidada al mismo tiempo que se imponían o discutían, con enorme fuerza y durante siglos, otras nociones platónicas.
Por su parte, Stuart Mill, en su obra La servidumbre de la mujer, defiende expresamente la igualdad entre los sexos, siendo uno de los primeros defensores del derecho a voto de las mujeres.
 Pero estos ejemplos no ocultan que en la filosofía no ha habido neutralidad respecto a los sexos. Esto se muestra en autores tan relevantes como Aristóteles, cuando usa el término anthropos ("hombre" en sentido genérico) de forma que no puede aplicarse a las mujeres; o cuando Kant, en ocasiones, habla de "seres racionales" en contextos exclusivamente masculinos, pareciendo excluir a las mujeres del ámbito de la racionalidad. Estos ejemplos apuntan a que ciertos usos lingüísticos han excluido y aún siguen marginando a las mujeres.
Otra tendencia del pensamiento filosófico ha sido la de relacionar el concepto de "hombre-varón" y la noción de lo "masculino" con la racionalidad y la cultura, con el ámbito de lo público, mientras que el concepto de "mujer" y la idea de lo "femenino" se relaciona, casi en exclusiva, con la emoción y la naturaleza, es decir, queda recluido al ámbito de las relaciones privadas. De este modo, las mujeres han sido consideradas incapaces de participar en los asuntos públicos en general y en la política en particular; es el caso de autores como Rousseau y Hegel.
Por estos motivos, se plantean en la actualidad dos grandes líneas de reivindicaciones feministas:
-la que aspira a la igualdad entre varones y mujeres, más allá de las diferencias de género;
-y la que reivindica la diferencia como la categoría fundamental según la cual han de regirse todas las relaciones entre los seres humanos.
 Por último, se puede entender que los movimientos feministas actuales conectan estrechamente con problemas de alcance planetario, como la ecología, la defensa de los derechos humanos, los resultados de la globalización, etc.

Filosofía, aquí y ahora: ¿Por qué hay algo y no más bien nada?

Podemos tener muchas objeciones, prejuicios, pero no podemos desconocer la importancia y vigencia de la filosofía, algo que tenemos que aprende a conocer y valorar desde nosotros mismos, y en esto quiero decir que es una experiencia INDIVIDUAL que se hace entre TODOS y con TODOS, considero que este primer programa de José Pablo Feinmann puede iluminarnos al respeto, te invito a que lo veas. Te preguntaras: quién es "este Feinmann"? es importante que te preguntes, en filosofía son mas importante las preguntas que las respuesta, como dato te digo que: 
José Pablo Feinmann nació en Buenos Aires en 1943. Es licenciado en Filosofía y fue profesor universitario en la Universidad de Buenos Aires durante los primeros años de la década del 70.
   Entre sus libros, considera Filosofía y Nación(1982) como su mejor ensayo, y La astucia de la razón (1990) como su mejor novela. Publicó además El peronismo y la primacía de la política (1974), Últimos días de la víctima(1979), Ni el tiro del final (1982), Estudios sobre el peronismo(1983), El mito del eterno fracaso (1985); El ejército de ceniza(1986), La creación de lo posible (1986), López Rega, la cara oscura de Perón (1987), Escritos para el cine (1988), El cadáver imposible (1992) y Los crímenes de Van Gogh (1994)–"una novela bizarra, extravagante y rara"–dice Feinmann.
   Sus libros han sido traducidos al francés, italiano y la alemán, y sus guiones han sido filmados por Adolfo Aristarain (Últimos días de la víctima), Juan Carlos Desanzo (En retirada), Marcos Zurinaga (Tango Bar), Héctor Olivera (Play murder for me) y Eduardo De Gregorio (Cuerpos perdidos). Su último guión fue el de la película "Eva Perón", estrenada en 1997. Prepara actualmente una novela,El Ciervo Dorado, y es asiduo colaborador del diario Página/12 de Buenos Aires.




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lunes, 7 de marzo de 2011

Qué hay que saber HOY sobre Filosofía?

Qué hay que saber hoy sobre Filosofía
Un ejercicio de pensamiento sobre el presente

Laura Agratti
Preguntar qué es lo que hay que saber hoy sobre filoso­fía supone haber resuelto de alguna manera y previamen­te qué es la filosofía. Sin embargo, sabemos que no hay una única respuesta a esta pregunta. De las distintas ma­neras de responderla surgen enfoques diversos que constituyen e informan esa entidad compleja denominada "pen­samiento filosófico". Con una tradición de más de veinticinco siglos, este saber -muchas veces con aspiracio­nes de ciencia y la más de ellas con veleidades prescriptivas respecto de otros saberes se ocupa o se ha ocupado de diversos problemas apelando a distintas metodologías.
Quizás debamos buscar lo que atraviesa a toda esta diversidad de respuestas en un gesto común, en una forma. Así, encontramos el momento fundacional de ese gesto en la paradojal figura de Sócrates, quien nos muestra que el reconocimiento de la propia ignorancia lo hace el más sabio de los hombres. La conciencia del no saber mueve a Sócrates a la búsqueda, a un ejercicio de pensamiento. En este sentido, es que inau­gura una relación con el saber signada por la insatisfac­ción desde la que se interpela lo que se cree saber porque en realidad no se sabe. Filósofo es quien en el reconoci­miento de lo que ignora instala la pregunta.
Desde entonces, la filosofía es un saber que problematiza lo naturalizado, que cuestiona, que interpela los senti­dos dados. La filosofía aparece allí donde se pierde la seguridad de lo sabido.de las respuestas, y surge la incertidumbre que promueven las preguntas. Es por esto que a pesar de ser múltiples, interesantes y fascinantes, las respuestas dadas por los filósofos no son más importantes que sus preguntas. Este preguntar, esta tensión a la que el pensamiento somete lo obvio y naturalizado, tiene lugar en un medio cultural, en un contexto. El filósofo no hace del preguntar un ejercicio va­cío y sinsentido sino que se trata de un preguntar situado. Por otra parte, en la búsqueda de respuestas, el filósofo tampoco busca en el vacío sino que establece un diálogo con la tradición, con ese conjunto vasto de ideas que consti­tuye la Historia de la Filosofía. Tiene lugar, entonces, una suerte de dialéctica entre el presente y la tradición mediada precisamente por el sentido que le imprime el indagar.
A grandes rasgos podríamos decir que, a través del tiem­po, este preguntar ha tomado formas predominantes. Así, en la Antigüedad tuvo lugar fundamentalmente la pregunta por la realidad, por su constitución. En la Medievalidad, el ejercicio del pensar era animado por la urgencia de dar cuenta de las relaciones entre la razón y la fe. Invirtiendo el orden de prioridades de la Antigüedad, en la Modernidad la pregunta por el conocimiento y su posibilidad determina el resto de las cuestiones. En ese innovador reordenamiento se constituye el sujeto moderno como aquel que, a través de su racionalidad, determina y establece el campo del obrar humano, de la ciencia y del arte.
Finalmente creemos que una de las preguntas que le da sentido al filosofar hoy es, al decir de Michel Foucault, aque­lla que indaga por el sentido del propio filosofar en nuestra actualidad,"como acontecimiento filosófico al cual pertene­ce el filósofo que en él habla." De este modo, la actividad del filosofar cobra entidad en tanto interpela el sentido del presente en el que acontece.
Frente a los hechos de nuestra contemporaneidad, los filó­sofos han constatado y denunciado los límites de aquel su­jeto ilustrado, dador de sentido, confiado en la objetividad y asepsia de la ciencia y en su capacidad en la resolución de las problemáticas humanas y concebido en el seno de una historia que a su propia vez se desplegaba siguiendo leyes racionales.
Lo que los autores de la Escuela de Frankfurt llamaron el triunfo de la razón instrumental al servicio de la consolida­ción de un orden social totalitario, sin oposición, sin dimen­sión crítica, las calamidades de las guerras mundiales y, fun­damentalmente "la solución final" señalan inexorablemente la caída estrepitosa de las potencialidades de la razón y con ella de todo un ideario acuñado en la Modernidad, de toda una forma de concebir el mundo y de pensarnos en él. El acontecimiento Auschwitz establece el límite y el desafío para nuestra disciplina. Esta irrupción de lo irracional en el mundo nos pone ante la pregunta de "có­mo hacer filosofía después de Auschwitz".
Podemos-avanzar ahora en qué hay que saber hoy sobre filosofía sin traicionar este gesto de distanciamiento, esta dimensión "crítica" que nos permite el filosofar en este pre­sente que nos toca pensar y en la que se enmarca nuestra actividad.
Llevar esta mirada de la actualidad de la filosofía a las au­las, nos impone la necesidad de introducir una serie de re­definiciones que recorren el espectro que va de los conteni­dos hasta la propia actividad docente. En primer lugar, nos encontramos con que para "diagnosticar el presente", cues­tionarlo, interpelarlo, será necesario ampliar el campo de problemas a tratar, el conjunto de temas a poner en discu­sión y someter al análisis. De este modo podemos pensar en la incorporación de aquellas temáticas que son hoy el objeto de reflexión de la filosofía fuera de la escuela y que señaláramos más arriba. Abordar las cuestiones ligadas a la construcción de la memoria, el valor de verdad del testimonio así como las distintas formas en que cobra dimensión de lo "otro" de nuestra cultu­ra, de nuestros valores pueden, sin duda, contribuir a construir y sumar voces a una actividad que, lejos de cerrar sentidos y constituirse en una imagen dogmá­tica del pensamiento, aspire a desarrollar un ejercicio de apertura, una incomodidad que sostenga la tensión del pensar.
Asimismo, también podrían ser incorporadas nuevas mira­das y reflexiones a las que tradicionalmente nos presenta la filosofía en la escuela, a quienes desde este mismo presen­te intentan llevar este ejercicio reflexivo adelante. Pensar después de Aushwitz es algo que nos hace pertenecer a un cierto nosotros del que forman parte no solo los pensado­res de Frankfurt sino también autores como Agamben o Arendt que, sin ser transformados en contenidos tradicio­nales, bien podrían empezar a formar parte de nuestros textos actuales para llevar adelante la filosofía a las aulas.
Finalmente, asumir esta perspectiva de la filosofía nos im­pone un desafío para su enseñanza. El profesor de Filosofía tendrá la tarea de realizar un trabajo sobre sí mismo, sobre su formación -quizás en contra de ella-, de modo que pueda efectivamente llevar a la práctica con sus alumnos este ejercicio de pensamiento a través del cual se instala la dis­tancia necesaria para poder pensar este presente del que forma parte. Solo de este modo será posible sostener aquel gesto filosófico, "crítico" propio de la disciplina.

Carta de Epicuro a Meneceo

Para vos que vas a comenzar estudiar Filosofía, muchas veces es difícil poder mostrarte su importancia. Esta carta siempre me pareció muy interesante al respecto, te invito a leerla y a reflexionar sobre ella:

Carta de Epicuro a Meneceo

s. IV ac

Cuando se es joven, no hay que vacilar en filosofar, y cuando se es viejo, no hay que cansarse de filosofar. Porque nadie es demasiado joven o demasiado viejo para cuidar su alma. Aquel que dice que la hora de filosofar aún no ha llegado, o que ha pasado ya, se parece al que dijese que no ha llegado aún el momento de ser feliz, o que ya ha pasado. Así pues, es necesario filosofar cuando se es joven y cuando se es viejo: en el segundo caso para rejuvenecerse con el recuerdo de los bienes pasados, y en el primer caso para ser, aún siendo joven, tan intrépido como un viejo ante el porvenir. Por tanto hay que estudiar los medios de alcanzar la felicidad, porque, cuando la tenemos, lo tenemos todo, y cuando no la tenemos lo hacemos todo para conseguirla. Por consiguiente, medita y practica las enseñanzas que constantemente te he dado, pensando que son los principios de una vida bella. En primer lugar, debes saber que Dios es un ser viviente inmortal y bienaventurado, como indica la noción común de la divinidad, y no le atribuyas nunca ningún carácter opuesto a su inmortalidad y a su bienaventuranza. Al contrario, cree en todo lo que puede conservarle esta bienaventuranza y esta inmortalidad. Porque los dioses existen, tenemos de ellos un conocimiento evidente; pero no son como cree la mayoría de los hombres. No es impío el que niega los dioses del común de los hombres, sino al contrario, el que aplica a los dioses las opiniones de esa mayoría. Porque las afirmaciones de la mayoría no son anticipaciones, sino conjeturas engañosas. De ahí procede la opinión de que los dioses causan a los malvados los mayores males y a los buenos los más grandes bienes. La multitud, acostumbrada a sus propias virtudes, sólo acepta a los dioses conformes con esta virtud y encuentra extraño todo lo que es distinto de ella.
En segundo lugar, acostúmbrate a pensar que la muerte no es nada para nosotros, puesto que el bien y el mal no existen más que en la sensación, y la muerte es la privación de sensación. Un conocimiento exacto de este hecho, que la muerte no es nada para nosotros, permite gozar de esta vida mortal evitándonos añadirle la idea de una duración eterna y quitándonos el deseo de la inmortalidad. Pues en la vida nada hay temible para el que ha comprendido que no hay nada temible en el hecho de no vivir. Es necio quien dice que teme la muerte, no porque es temible una vez llegada, sino porque es temible el esperarla. Porque si una cosa no nos causa ningún daño en su presencia, es necio entristecerse por esperarla. Así pues, el más espantoso de todos los males, la muerte, no es nada para nosotros porque, mientras vivimos, no existe la muerte, y cuando la muerte existe, nosotros ya no somos. Por tanto la muerte no existe ni para los vivos ni para los muertos porque para los unos no existe, y los otros ya no son. La mayoría de los hombres, unas veces teme la muerte como el peor de los males, y otras veces la desea como el término de los males de la vida. [El sabio, por el contrario, ni desea] ni teme la muerte, ya que la vida no le es una carga, y tampoco cree que sea un mal el no existir. Igual que no es la abundancia de los alimentos, sino su calidad lo que nos place, tampoco es la duración de la vida la que nos agrada, sino que sea grata. En cuanto a los que aconsejan al joven vivir bien y al viejo morir bien, son necios, no sólo porque la vida tiene su encanto, incluso para el viejo, sino porque el cuidado de vivir bien y el cuidado de morir bien son lo mismo. Y mucho más necio es aún aquel que pretende que lo mejor es no nacer, «y cuando se ha nacido, franquear lo antes posible las puertas del Hades». Porque, si habla con convicción, ¿por qué él no sale de la vida? Le sería fácil si está decidido a ello. Pero si lo dice en broma, se muestra frívolo en una cuestión que no lo es. Así pues, conviene recordar que el futuro ni está enteramente en nuestras manos, ni completamente fuera de nuestro alcance, de suerte que no debemos ni esperarlo como si tuviese que llegar con seguridad, ni desesperar como si no tuviese que llegar con certeza.
En tercer lugar, hay que comprender que entre los deseos, unos son naturales y los otros vanos, y que entre los deseos naturales, unos son necesarios y los otros sólo naturales. Por último, entre los deseos necesarios, unos son necesarios para la felicidad, otros para la tranquilidad del cuerpo, y los otros para la vida misma. Una teoría verídica de los deseos refiere toda preferencia y toda aversión a la salud del cuerpo y a la ataraxia [del alma], ya que en ello está la perfección de la vida feliz, y todas nuestras acciones tienen como fin evitar a la vez el sufrimiento y la inquietud. Y una vez lo hemos conseguido, se dispersan todas las tormentas del alma, porque el ser vivo ya no tiene que dirigirse hacia algo que no tiene, ni buscar otra cosa que pueda completar la felicidad del alma y del cuerpo. Ya que buscamos el placer solamente cuando su ausencia nos causa un sufrimiento. Cuando no sufrimos no tenemos ya necesidad del placer.
Por ello decimos que el placer es el principio y el fin de la vida feliz. Lo hemos reconocido como el primero de los bienes y conforme a nuestra naturaleza, él es el que nos hace preferir o rechazar las cosas, y a él tendemos tomando la sensibilidad como criterio del bien. Y puesto que el placer es el primer bien natural, se sigue de ello que no buscamos cualquier placer, sino que en ciertos casos despreciamos muchos placeres cuando tienen como consecuencia un dolor mayor. Por otra parte, hay muchos sufrimientos que consideramos preferibles a los placeres, cuando nos producen un placer mayor después de haberlos soportado durante largo tiempo. Por consiguiente, todo placer, por su misma naturaleza, es un bien, pero todo placer no es deseable. Igualmente todo dolor es un mal, pero no debemos huir necesariamente de todo dolor. Y por tanto, todas las cosas deben ser apreciadas por una prudente consideración de las ventajas y molestias que proporcionan. En efecto, en algunos casos tratamos el bien como un mal, y en otros el mal como un bien.
 A nuestro entender la autarquía es un gran bien. No es que debamos siempre contentarnos con poco, sino que, cuando nos falta la abundancia, debemos poder contentarnos con poco, estando persuadidos de que gozan más de la riqueza los que tienen menos necesidad de ella, y que todo lo que es natural se obtiene fácilmente, mientras que lo que no lo es se obtiene difícilmente. Los alimentos más sencillos producen tanto placer como la mesa más suntuosa, cuando está ausente el sufrimiento que causa la necesidad; y el pan y el agua proporcionan el más vivo placer cuando se toman después de una larga privación. El habituarse a una vida sencilla y modesta es pues un buen modo de cuidar la salud y además hace al hombre animoso para realizar las tareas que debe desempeñar necesariamente en la vida. Le permite también gozar mejor de una vida opulenta cuando la ocasión se presente, y lo fortalece contra los reveses de la fortuna. Por consiguiente, cuando decimos que el placer es el soberano bien, no hablamos de los placeres de los pervertidos, ni de los placeres sensuales, como pretenden algunos ignorantes que nos atacan y desfiguran nuestro pensamiento. Hablamos de la ausencia de sufrimiento para el cuerpo y de la ausencia de inquietud para el alma. Porque no son ni las borracheras, ni los banquetes continuos, ni el goce de los jóvenes o de las mujeres, ni los pescados y las carnes con que se colman las mesas suntuosas, los que proporcionan una vida feliz, sino la razón, buscando sin cesar los motivos legítimos de elección o de aversión, y apartando las opiniones que pueden aportar al alma la mayor inquietud.

Por tanto, el principio de todo esto, y a la vez el mayor bien, es la sabiduría. Debemos considerarla superior a la misma filosofía, porque es la fuente de todas las virtudes y nos enseña que no puede llegarse a la vida feliz sin la sabiduría, la honestidad y la justicia, y que la sabiduría, la honestidad y la justicia no pueden obtenerse sin el placer. En efecto, las virtudes están unidas a la vida feliz, que a su vez es inseparable de las virtudes. ¿Existe alguien al que puedas poner por encima del sabio? El sabio tiene opiniones piadosas sobre los dioses, no teme nunca la muerte, comprende cuál es el fin de la naturaleza, sabe que es fácil alcanzar y poseer el supremo bien, y que el mal extremo tiene una duración o una gravedad limitadas.
En cuanto al destino, que algunos miran como un déspota, el sabio se ríe de él. Valdría más, en efecto, aceptar los relatos mitológicos sobre los dioses que hacerse esclavo de la fatalidad de los físicos: porque el mito deja la esperanza de que honrando a los dioses los haremos propicios mientras que la fatalidad es inexorable. En cuanto al azar (fortuna, suerte), el sabio no cree, como la mayoría, que sea un dios, porque un dios no puede obrar de un modo desordenado, ni como una causa inconstante. No cree que el azar distribuya a los hombres el bien y el mal, en lo referente a la vida feliz, sino que sabe que él aporta los principios de los grandes bienes o de los grandes males. Considera que vale más mala suerte razonando bien, que buena suerte razonando mal. Y lo mejor en las acciones es que la suerte dé el éxito a lo que ha sido bien calculado. Por consiguiente, medita estas cosas y las que son del mismo género, medítalas día y noche, tú solo y con un amigo semejante a ti. Así nunca sentirás inquietud ni en tus sueños, ni en tus vigilias, y vivirás entre los hombres como un dios. Porque el hombre que vive en medio de los bienes inmortales ya no tiene nada que se parezca a un mortal.



Epícuro (341 a.C.-270 a.C.), fue un filósofo griego. En esta carta le cuenta a su discípulo Meneceo tratados de ética perdidos. Su primera parte es una invitación a la filosofía como fundamento y elemento necesario para la instauración de un nuevo humanismo. Para Epicuro, cualquier edad es apta para filosofar, pues el fin de toda filosofía es buscar el placer, y el placer será el mismo tanto para viejos como para jóvenes. A continuación diversos apartados tratan de los dioses, de la muerte y los males de la vida, del futuro; de la teoría del placer y de los deseos; de la virtud, del destino y la fortuna. La carta termina con una invitación a la meditación y expresa el deseo de que el hombre se parezca lo más posible a la divinidad y tenga la tranquilidad de los dioses.

jueves, 3 de marzo de 2011

El Terreno propio de la Filosofía


El terreno propio de la Filosofía
Bochensky, J.
Introducción al pensamiento filosofico

"La Filosofía es un asunto que no atañe sólo al profesor de ella. Por muy raro que parezca, probablemente no hay hombre que no filosofe. O, por o menos todo hombre tiene momentos en su vida en que se convierte en filosofo. De ahí, para todos, la importancia de la cuestión: ¿Que es propiamente la Filosofía?-
Históricamente, es decir en lo que realmente han hecho los filósofos y no en lo que han dicho acerca de su trabajo, la Filosofía ha sido siempre en su conjunto una actividad raciona/ y científica, una doctrina o teoría (...). Mas, si ello es así nuevamente surge la pregunta:¿un saber de qué?(...) ¿Cuál es su terreno propio? A esta pregunta contestan (as diversas escuelas con respuestas muy varíadas. Sólo voy a enumerar algunas de las más importantes.
Primera  respuesta- la posibilidad del conocimiento, sus presupuestos y límites.(...)
Segunda respuesta: los valores (...)
Tercera respuesta: el hombre como fundamento y supuesto de todo lo demás.
Cuarta respuesta: [la estructura del lenguaje científico]
Los defensores de cada una de estas opiniones echan en cara a los partidarios de la, otras que no son en absoluto filósofos. (...) Ahora, si he de decir a ustedes mi modesta opinión personal, (...). Me parece muy razonable que se diga que la Filosofía ha de ocuparse del conocimiento, de los valores, del hombre, del lengua e. Pero ¿por qué sólo de eso?¿Ha demostrado algún filósofo que no haya más objetos de la Filosofía? Nada semejante se ha demostrado jamás.
Parece pues, que la Filosofía no puede ser identificada con las ciencias especiales ni limitada a un solo terreno. Es en cierto sentido un saber universal. Su dominio no se limita, como el de las ciencias, a un terreno estrictamente acotado. Mas si ello es as!, puede suceder, y de hecho sucede, que la Filosofía trate los mismos objetos de que se ocupan las ciencias.
¿En qué se distingue entonces la Filosofía respecto de ellas? (...)
Por su punto de vista. Cuando considera un objeto, lo mira siempre y exclusiva­mente desde el punto de vista del límite, de los aspectos fundamentales. En este sentido la Filosofía es un saber de los fundamentos. Donde las ciencias se paran, donde ellas no preguntan y dan mi' cosas por supuestas, allí empieza a preguntar el filósofo. Las ciencias conocen-, él pregunta qué es conocer. Los otros formulan leyes, él se pregunta qué es la ley. El hombre ordinario habla de sentido y finalidad. El filósofo estudia qué hay que entender propiamente por sentido y finalidad. Así la Filosofía es también un saber radical, pues llega a la raíz de manera más profunda que ninguna ciencia. Donde las otras se dan por satisfechas, la Filosofía sigue preguntando o investigando.
No siempre es fácil decir dónde esto el limite entre una ciencia particular y la Filosofía. Así el estudio de los fundamentos de la Matemática, (...) es con toda certeza un estudio filosófico, pero está a la par estrechamente ligado a investiga­ciones matemáticas. Hay, sin embargo, algunos terrenos en que la frontera entre Ciencia y Filosofía aparece clara. Tal es, por una parte, la Metafísica, disciplina que no trata de ésta o la otra cosa, sino de las cosas más generales, como el ente, la esencia y la existencia, la cualidad y otras por el estilo. Por otra parte, a la Filosofía pertenece también el estudio de los valores como tales, no como aparecen en la evolución de la sociedad, sino en si mismos. En estos dos terrenos —Metafísica y Axiologia—la Filosofía no confina sencillamente con nada. No hay fuera de ella una ciencia que se ocupe ni pueda ocuparse de estos temas (...)
Así vieron a la Filosofía la mayor parte de los filósofos de todos los tiempos. Como un saber universal, en el sentido de que no se cierra a ningún campo (...), como saber de los problemas límite y de las cuestiones fundamentales, y, por ello también, como un saber radical que no se da por satisfecho con los supuestos de las otras ciencias, sino que quiere investigar hasta la raíz."